Javier Ponce Gambirazio es un escritor, documentalista y psicólogo clínico peruano. Como investigador audiovisual ha realizado documentales y cortometrajes que han representado al Perú en distintos festivales internacionales. Esta vez, presenta el documental Sarita Colonia: la tregua moral, resultado de sus registros obtenidos durante años en el cementerio Baquíjano del Callao durante las fechas de celebración del nacimiento y muerte de esta santa popular no reconocida por la Iglesia Católica. Se trata del primer largometraje del realizador, en el que se pregunta las razones por las cuales el culto de Sarita Colonia permanece en la marginalidad y no ha sido aceptado por la Iglesia Católica, a pesar de que sus feligreses no han renunciado a la fe.

Sarita Colonia es venerada por delincuentes, prostitutas, travestis y todo aquel que se siente marginado por la sociedad. Estos grupos son fieles a esta joven que nació e Huaraz en 1914, emigró a Lima junto con su familia en busca de un mejor porvenir, tuvo una vida difícil y murió a los 26 años. Fue en los años 70, con la ola migratoria de la sierra hacia la capital, que se solidificó el culto a Sarita Colonia y las fiestas de celebración que coinciden con las fechas de su nacimiento y de su muerte.

Se piensa que su popularidad entre estos grupos marginados se debe a que los santos oficiales de la Iglesia exigen una conducta impecable para poder escuchar a sus devotos e interceder por ellos. Los seguidores de Sarita, en cambio, sienten que ella los escucha sin juzgarlos ni discriminarlos. La Iglesia Católica se opone a este culto porque lo considera inaceptable, no solo por la feligresía que sigue a Sarita, sino porque la leyenda dice que a ella también se le pueden pedir milagros reñidos con la fe católica. Por ejemplo, los ladrones le piden que un robo salga bien, que la policía no los descubra o puntería para matar el enemigo, mientras que las prostitutas le piden que los clientes no las maten.

Sarita Colonia a cambio de sus favores no pide misas ni confesiones, solo exige agradecimiento y solidaridad con los otros devotos. Si alguien recibe un favor o milagro, debe agradecerlo, sino será víctima de su venganza. Por eso, durante sus fiestas de celebración se da una tregua. En ellas, sus devotos se sienten hermanos. Delante de su mausoleo dejan las rivalidades de lado y comparten. Quienes han recibido alguna gracia comparten con los demás comidas, bebidas, recuerdos, estampitas y llaveros, en una especie de feria donde los delincuentes dejan de serlo y todos dejan de lado los prejuicios. En esta fiesta todos tienen derecho a la espiritualidad. Cuando la fiesta acaba, fuera del cementerio, los prejuicios vuelven a gobernarlos.

«Lo interesante de este culto es que es un fenómeno autogenerado. La fiesta no la organiza nadie y la hacen todos al mismo tiempo. Al no existir una organización ocupada en formalizarla, su culto es un fenómeno vivo que va mutando según quien lo siga. Su imagen es un ícono vacío que cada quien llena con sus propias fantasías y necesidades mágico religiosas de quienes se sienten rechazados en una sociedad que no les abre las puertas ni define sus espacios o funciones», dice Javier Ponce, director del documental.

«De repente precisamente por eso es que tiene tanta fuerza. Si fuera absorbida por el sistema dejaría de ser representativa de la población que no se siente identificada con el discurso oficial», concluye.

Este interesante documental se presenta hoy a las 7:30 p.m. en el Auditorio Mario Vargas Llosa. El ingreso es libre.