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    Work & After

    Arturo Bullard

    Hace diez años se quitó el saco y la corbata, sacó su cámara de fotos y se fue a recorrer el mundo. ¿Qué lleva a un empresario exitoso a dejarlo todo para cumplir su sueño?

    ¿Y si dejo la oficina y me voy a recorrer el mundo? Esta fantasía recurrente nos tienta cada vez que la rutina nos ahoga, el trabajo nos abruma o el jefe nos oprime. Pero pocos minutos después, cuando el miedo a empezar de nuevo le gana al aburrimiento, volvemos a la realidad. Al fin y al cabo, nuestro trabajo no es tan malo. Gracias a él es que podremos pagar ese viaje soñado que seguimos postergando.

    Era el año 2013 cuando Arturo Bullard se hacía esa pregunta una y otra vez… y una y otra vez. No había manera de callar esa voz en su cabeza. Lo que empeoraba la situación es que si le hacía caso, no tenía ninguna excusa que validara su decisión, pues ante los ojos de conocidos y desconocidos él la “había hecho linda”. Era un tipo exitoso que junto a su socio había fundado una empresa relacionada con la minería que estaba a punto de cumplir diez años y ya tenía cerca de 80 empleados.

    El problema era que Arturo no medía el éxito con la misma vara. No tenía ni amor ni pasión por lo que hacía. Cuando iba a su empresa no sentía lo mismo que cuando agarraba su mochila y su cámara de fotos y se iba a recorrer el Perú.

    LA FOTOGRAFÍA ME HACE VIVIR
    En sus veintitantos, antes de fundar su empresa, Arturo había intentado ser fotógrafo de viajes y naturaleza, pero las cosas no salieron como esperaba, así que tuvo que dedicarse a tomar fotos en eventos y hacer algo de prensa y fotografía comercial. No le gustó.

    Ese “fracaso fotográfico” como él lo llama, lo obligó a guardar su cámara por un tiempo y pensar en dedicarse a otra cosa. Ya en sus treintas, con su empresa funcionando, pudo reconectarse con lo que lo hacía realmente feliz. 

    “En el 2009 desempolvo mi cámara, la tuneo un poco y me voy unos días a Costa Rica. Me engancho nuevamente con mi pasión. Entonces, opté por empezar a viajar “con la mía”, escribir un blog de viajes y trabajar mis redes sociales. Se puede decir que ese fue el inicio de la nueva etapa de mi vida”, cuenta.

    A su empresa le iba muy bien, así que podía pagar sus viajes sin problemas. Lo que vivió aquellos años se resume en una frase que escribió en su blog por ese entonces: “Yo no vivo de la fotografía, pero la fotografía me hace vivir”.

    AMAR LO QUE HACES
    Durante 4 años Arturo intentó conciliar su pasión con su trabajo, pero se daba cuenta de que el síndrome del domingo era cada vez más frecuente.

    Michelle, que en ese momento era su enamorada, le dio el empujón final. Le dijo que en año y medio de relación había conocido a dos Arturos: el que iba a la oficina amargado, estresado y frustrado y el que cuando salía de viaje se quería comer el mundo y era amante de la vida. “Ahí empieza mi conflicto interno. Michelle me impulsaba a dejar la empresa y yo me rehusaba. Me moría de miedo de soltar lo que ya tenía para salir de mi zona de confort y ver qué me esperaba. Por otro lado, cuando le comentaba a mis amigos y a mis hermanos la idea que me estaba dando vueltas en la cabeza muy pocos me decían que les parecía coherente. Muchos me dijeron que estaba loco, que lo que debía hacer era seguir con el ritmo de vida que tenía para poder hacer caja, pero eso ya me estaba generando problemas con mi socio y problemas internos sobre todo porque odiaba ir a mi trabajo… ¡y yo era el dueño de la empresa!”, recuerda.

    KILOS DE FELICIDAD
    En una de las tantas conversaciones que Arturo tuvo con su ahora esposa, ella le preguntó: “¿Qué pesa más: un kilo de billetes de cien dólares o un kilo de felicidad?” Esa frase se le quedó en la cabeza. También pensaba en lo que siempre le decía su padre, que falleció en el 2011 antes de que Arturo tomara la decisión que le cambió la vida: “Nunca dejes tus pasiones que son el motor del alma. El día que dejes de vivir de tus pasiones, así te palpite el corazón estarás muerto”.

    Llegó el punto de quiebre.

    “Recuerdo haber estado en una reunión en el directorio del BCR con su presidente y asesores y los CEO de empresas mineras, y cuando estábamos en pleno almuerzo, recontra empresarial por decirlo de alguna manera, en plena exposición de Julio Velarde hice clic y pensé ¿qué carajos hago yo acá? Esta no es la vida que quiero. Ahí decidí empezar a realizar las gestiones para vender la empresa”, cuenta.

    En el 2013 vendió su empresa. Tomó la decisión de vivir de su pasión, aunque no sabía cómo lo haría.

    SE HACE CAMINO AL ANDAR
    “Me iba muy bien económicamente pero no personalmente, no era feliz con lo que hacía. Estaba muerto de miedo, pero me lancé a la piscina. El 31 de octubre me quedé sin secretaria, sin cheque a fin de mes, sin utilidades… y bueno, en la incertidumbre. No sabía qué iba a hacer, no sabía cómo iba a vivir de esto”, recuerda.

    Apenas dejó la empresa, Arturo comenzó a repotenciar su blog y redes sociales. El dinero obtenido de la venta de sus acciones le permitió tomarse seis meses sabáticos, en los que se dedicó a viajar con Michelle. Estuvieron casi cuatro meses andando por Asia y un mes en la India. 

    Arturo cuenta que hubo un antes y un después de ese viaje, pero también, que mientras disfrutaba de sus meses de descanso rezaba para que no se acaben, porque cuando eso suceda iba a tener que ver cómo hacía.

    MONETIZAR TU PASIÓN
    Casi un año después de su salida de la empresa, empezaron a pasarle cosas que le demostraron que había tomado una buena decisión y lo fueron llevando a donde está ahora. 

    “Tuve la gran fortuna de formar parte de un proyecto de Avianca y una cadena de hoteles en el que bloggers muy reconocidos grababan programas en diferentes lugares de Latinoamérica. Yo recién había entrado al mundo de los bloggers, pero a la persona que organizó esto le gustó mucho lo que hacía y peleó para que yo participe. Como siempre digo, comencé a jugar en primera división en el ámbito de los bloggers cuando no había jugado ni siquiera en tercera. Eso me dio mucha visibilidad y, aunque aún no podía vivir de esto, empecé a rentabilizar…”, cuenta.

    Esta experiencia duró 3 años, pero a pesar de que le dio exposición, le costó un poco encontrar el rumbo. Después de intentar desarrollar unos negocios de turismo que no resultaron y otros que no tenían nada que ver con la fotografía y tampoco resultaron, en el 2017 Arturo empezó a organizar viajes grupales. Primero fue uno chico a Tambopata, luego armó una ruta para a Uyuni con workshop de fotografía incluido. Fue puliendo su propuesta, que evolucionó hasta convertirse en una experiencia de viaje donde hay fotografía.

    Después de muchos viajes a Uyuni empezó a ir a la India, luego armó algunas rutas por el Perú, en Puno y Tambopata, y una a Botswana en África. Todo fue tomando forma… hasta que llegó la pandemia.

    HAY QUE MOVERSE
    Casi diez años después de haber renunciado al saco y a la corbata, Arturo no trabaja en nada que no disfrute. Tampoco está donde no quiere estar. Cuando en nuestro país aún no terminaba la crisis sanitaria y ya se asomaba la crisis política, optaron por mudarse a Costa Rica.

    “Mi esposa y yo siempre hemos sido personas de tomar acción. Si las cosas no caminan hay que moverse. Siempre soñé con crecer en un sitio “natural” y hoy vivo en Tamarindo, una ciudad muy chica que está a 5 horas de San José. Después de casi año y 8 meses aquí pienso que fue la mejor decisión que pudimos tomar. Estamos bien contentos, siempre enlazados con Perú y fomentándole la cultura peruana a mis hijos”, cuenta.

    En este proceso de recuperación postpandemia, ahora desde Costa Rica ha retomado los viajes a India y África, con la idea de expandirse y abrirse al público latinoamericano en general. Además, se encuentra desarrollando unos proyectos relacionados con el turismo interno y algunos temas de fotografía.

    “Yo armo los viajes como a mí me gusta viajar. Nos adentramos en la cultura y en la naturaleza. Hay mucha observación, no solamente es llegar a un lugar para tomarnos una foto e irnos.

    Puedo ir muchas veces a los mismos lugares porque realmente los amo y me gustan. Si en algún momento me cansan un poco empezaré a buscar otras rutas. Este año, por ejemplo, estoy haciendo Kenia y Uganda que son destinos nuevos. He parado con Uyuni y lo retomaré el próximo año. Y así, voy moviéndome porque lo importante es estar a gusto y no tener que ir a un lugar porque tienes que ir sino porque quieres ir, ¿no? Ya sea por trabajo o por placer”, agrega.

    Arturo se demostró a sí mismo y a los demás que seguir ese fuego interno es la mejor opción para quien se siente perdido.

     “Cuando terminé el colegio a los 17 años realmente estaba muy perdido. Fui a Estados Unidos a trabajar en un restaurante y regresé a los 8 o 10 meses, después trabajé con mis padres… Recién me puse a estudiar comunicación audiovisual a los 21 años. Ahí fue donde llevé un curso de fotografía muy básico, pero que me enganchó. En esa época no había carrera de fotografía ni Internet ni YouTube, así que tuve que aprender comprándome libros y tomando fotos de manera analógica. Entonces, se podría decir que soy fotógrafo profesional autodidacta. También se podría decir que soy un empresario autodidacta. Estoy metido en el rubro del turismo y todo lo que he aprendido ha sido por prueba y error” cuenta.

    ¿La gran lección?
    “El éxito al final lo tienes que definir tú, no los demás. Hoy en día tengo clarísimo que sin amor pues las cosas no caminan. Tienes que sentir amor por lo que haces”, finaliza.

    Para conocer las aventuras de Arturo alrededor del mundo pueden seguirlo en Instagram: @arturobullard

    Por Sandra Roncagliolo

    jueves 27 de abril, 2023