José Dammert
Tuvo que pasar por mucho para poder dedicarse a eso que le llena el alma, pero no cambiaría nada de lo que sucedió. Hoy brilla en el escenario y disfruta cada momento en él.
José Dammert se prepara para el estreno de Qué buenos años, programa que coconducirá y saldrá al aire por TV Perú. También, para empezar a ensayar las 3 obras en las que participará a inicios del próximo año.
En sus planes está dirigir alguna obra audiovisual, (ya tiene varios guiones escritos) y, por supuesto, seguir dedicándose a la actuación, profesión que ama y que le ha traído muchas satisfacciones. La mayor de ellas: confirmar, después de superar muchos obstáculos, que nació para esto.
Un día, vimos en la tele a un chico guapo con un apellido de gran peso artístico en nuestro país, pero no sabíamos bien de donde salió… José, ¿de dónde saliste?, ¿Es verdad que naciste en Ecuador?
Desde que tengo uso de razón mi presentación es: “Yo soy peruano pero nací en Ecuador”. Es que en los años 80, por causa del terrorismo, mis papás se fueron del país. Entonces, como muchos de mi generación, nací afuera. Nací en el año 89, pero como en los 90 se empezó a estabilizar la situación en Lima, regresamos.
Pero después de algunos años regresaste a Quito para quedarte
En el 2000, a mi papá le ofrecieron un trabajo en Quito. Entonces, nos preguntó a sus cuatro hijos si queríamos ir con él. Yo dije: “Finalmente voy a saber de dónde vengo”. Además, me gustaba la idea de vivir afuera y de conocer gente nueva. A mí la monotonía me pasa de vueltas y soy curiosito, así que si es que hay algo nuevo digo sí. Entonces, cuando tenía 11 años regresé a Ecuador.
Bueno, es la edad en la que tus decisiones empiezan a ser realmente tomadas en cuenta ¿no?, porque estás dejando de ser niño
Siempre fui muy responsable. Por eso, mis papás me daban mucha libertad de decidir qué era lo que me gustaba hacer. Me escuchaban… cuando era chico. De ahí crecí y todo cambió, pero ya llegaremos a esa parte de la historia.
¿Eres nostálgico?
Nostálgico a morir, pero la curiosidad me gana. Algo que me decía siempre mi mamá es “Hijo tú anda y cuando quieras regresas. Acá está tu casa”. Entonces, eso me daba mucha tranquilidad y me impulsó a hacer muchas cosas.
En esa época, Internet recién había llegado al mundo y era carísimo, así como las llamadas al celular. Entonces, podía llamarla solo una vez por semana y con esas tarjetas que duraban como dos minutos… La extrañaba y lloraba muchísimo pero, al mismo tiempo, la pasaba bien con mi papá y mi hermano.
¿Te costó separarte de tu gente de acá?
Ya estaba un poco acostumbrado a los cambios, porque antes de ir a Ecuador vivimos una época en Chaclacayo. Tuve la vida que todo niño debería tener: me iba en bicicleta al colegio, mis amigos venían a tocarme la puerta de la casa para jugar fútbol o pasear por el parque, el río o el cerro, pero, al mismo tiempo, la situación era complicada porque estábamos pasando por la separación de mis papás… y ahí fue donde descubrí el teatro.
Cuéntame sobre ese gran descubrimiento
El psicólogo le recomendó a mi padre que hiciéramos alguna actividad fuera del colegio, para que no estemos tanto tiempo en casa. Mi hermano mayor siempre fue maestro en los deportes, pero yo soy negado para eso. Y como uso anteojos desde que tengo 6 años, eso lo hacía más difícil, porque si me caía un pelotazo en la cara se me podían romper los lentes que en esa época eran de vidrio y carísimos, y me quedaba sin ojos. Traté de hacer natación pero me desviaba tres carriles porque no veía… Lo único que había para hacer era teatro.
Y te enamoraste
Me enamoré. Al principio no le prestaba mucha atención porque pasaban muchas cosas por mi cabeza de niño en ese momento, pero sí me gustaba y me divertía. Me sentía tranquilo y no juzgado, porque nadie te juzga en el teatro.
¿Ahí fue donde empezó tu carrera?
Dos años después, cuando regresamos a Lima, una persona me invitó a hacer un casting. A los 9 años hice mi primer comercial y me encantó. Además, me pagaron 500 dólares, y me pude comprar el Game Boy Color, el scooter y todas esas cosas que estaban de moda en ese momento… Pero me iba muy mal en el colegio. En todas las ciencias era una bestia. No había forma de que me entre en la cabeza la tabla de multiplicar del 2.
¿No te entraba o no te interesaba?
Ni me entraba, ni me interesaba, ni me gustaba, ni nada… Pero, me fascinaban las letras. En la clase de lenguaje yo era el que siempre leía en voz alta y el curso de inglés era mi adoración. En cambio matemáticas, física, química… Traté, pero casi repito quinto grado. Así que me prohibieron hacer comerciales y teatro hasta que no saque buenas notas. Todos los días, del colegio pasaba a clases particulares para salvar el año… y lo logré. Y al año siguiente fue que fui a vivir a Ecuador. Me imagino que también fue un “Qué tortura es el colegio, ya quiero estar en otro lado”.
¿Pasaste tu adolescencia en Ecuador?
Viví en Quito desde los 11 hasta los 15 años. La pasé bien, pero cuando empecé a crecer tomé la decisión de regresar a Lima porque quería estar con mi mamá y mis hermanas.
O sea, estuviste en el colegio de Lima, después en el de Chaclacayo, luego de nuevo en Lima, de ahí en Ecuador y, por último, volviste a Lima… Eres bienvenido en muchos lugares
Eso hace que no te arraigues a nada, pero tengo pocos amigos en cada lugar.
Pero me parece que no es tan difícil que te integres…
En esa época sí lo era. ¿Tú crees que yo era así?
¡Bendito sea el teatro!
¡Bendito sea el teatro! Yo siempre fui muy independiente pero, también, era muy tímido, silencioso, cabeza baja, perfil bajo…
¿Podríamos decir que el teatro es una de las mejores cosas que te pasó en la vida?
Es la mejor cosa que me pasó en la vida. En absoluto. Totalmente. Lo amo y estoy muy agradecido con él porque me ha ayudado en muchísimas cosas y me ha dado muchísimo.
Entonces, regresaste a Lima…
Sí. Tomar la decisión de regresar para estar con mi mamá y mis hermanas hizo que se desarrolle en mí un sentimiento de protección y me dio un sentido de responsabilidad bastante grande. Mi mamá trabajaba todo el día, así que era yo el que estaba en la casa, el que resolvía problemas, el que tenía que cocinar si la chica que nos ayudaba no podía ese día. No sé bien qué fue pero cambié completamente, empecé un capítulo nuevo.
¿Y la transformación también fue externa?
Yo era flaquito, chiquito, tímido y vivía acomplejado porque tenía la cara tapada con unos anteojos horrorosos que ahora están mega de moda, pero en esa época era una tortura usarlos. Cuando tenía 12 años descubrí los lentes de contacto y por fin pude verme la cara, porque sin lentes ¿cómo la veía? Y, además, pegué un estirón. A los 15 años ya medía 1.80 y me llamaron de una marca para ser modelo.
Descubriste que eras guapo
Cuando tenía 9 años y grabé el comercial, como lo hice sin anteojos, no me reconocía cuando me veía en la tele… Así que con los lentes de contacto descubrí que mi cara podía vender, que podía ganar plata.
A esa edad eso es importante
Construir autoestima es importante, ¿no? La moda siempre ha tenido ciertos cánones de belleza que van cambiando con el tiempo y en ese momento yo encajé con lo que buscaban, así que fui imagen de una marca por varios años.
Y así, te fuiste familiarizando con las cámaras y desarrollando tu lado artístico
Sí. Aparte de eso, buscaba cómo ganarme los frejoles. Una empresa me llamaba para participar en shows infantiles. Me divertía porque lo hacía con mi grupo de amigos, pero tenía que despertarme temprano los domingos, vestirme de príncipe y estar así bajo el sol y con millones de niños que no paraban de gritar. Pero gracias a esa experiencia desarrollé mucha paciencia y ahora me encanta hacer teatro para niños.
Y además, eres profesor
Soy profesor de teatro de niños y adolescentes. Me agotan pero los amo. Me gusta ayudarlos a estimular su imaginación, que es lo que perdemos cuando somos grandes. Cuando creces y ves a los niños cómo imaginan, estimulas tu propia imaginación. Son una fuente de inspiración y estoy aprendiendo muchísimo de ellos.
Volvamos a tu época de modelo y de príncipe… ¿Fue ahí cuando volviste al teatro?
Cuando tenía 17 años entré a un grupo de teatro con el que hicimos varios musicales. La directora de las obras un día me dijo: “José, ¿no has pensado vivir de esto?” Y yo, como había aprendido en casa, en el colegio y en la sociedad limeña, le dije: “¿Para morirme de hambre?”. “Piénsalo”, me respondió. Me metió el bichito y nunca se me salió. Así que cuando terminé el colegio les conté a mis padres que quería estudiar actuación. Ellos me dijeron que no existía la posibilidad de que eso ocurra, que si quería lo hiciera como hobbie, cuando tenga mi carrera y mi plata.
Mala época para pensar en el arte como profesión
Iba a todas las orientaciones vocacionales del colegio para descubrir qué podía hacer, pero no encontraba nada. Me incliné un poquito por el periodismo pero no, no había nada que me guste.
¿Qué hiciste?
Mi papá me había ofrecido la posibilidad de ir a estudiar a Italia, porque las universidades no costaban mucho más que acá y teníamos el pasaporte y familia allá. Entonces, les dije que iba a ir a estudiar gastronomía, porque fue lo primero que se me ocurrió.
Los estafaste
Más o menos ja ja. Y me fui con la idea de no estudiar nada, solo huir de acá porque no podía estudiar lo que quería, no tenía cómo hacerlo.
¿Sabías qué ibas a hacer o ibas a ir a buscártelas?
Llegué a ver qué onda. Primero, estuve dos meses en una escuela para aprender italiano. Cuando salí, le dije a mi papá: “Ni gastes tu plata en inscribirme en la universidad porque yo no quiero ser chef, yo quiero ser actor. He encontrado esta escuela y me gustaría que me apoyes”. Me dijo: “OK, buena suerte”.
Y así fue que, de pronto, me encontré en un país que no era el mío con esta loca idea… Mi papá pensaba que yo no iba a aguantar así ni una semana y lo llamaría, pero mi orgullo y mis ganas pudieron más y creo que las cosas sucedan así fue lo mejor que me pudo haber pasado.
Porque realmente te costó lograrlo
En cierto punto, en una crisis existencial pensé: “¿De verdad quiero esto? ¿De verdad vale la pena todo este sufrimiento?… ¿Si regreso Lima y ya fue?”… y dije: “¡No! Yo sí quiero esto”… y las oportunidades se empezaron a dar solas. Ya me había tirado a la piscina así que tenía que nadar.
Cuéntame de esas oportunidades. ¿Cómo empezó tu carrera como actor en Italia?
La escuela YD’Actors – Yvonne D’Abbraccio preparaba gratuitamente a los postulantes para el examen de admisión, y de 60 que lo intentaban, ingresaban solo 10. En Italia hay una frase que dice “La necesidad hace la virtud” y yo tenía la necesidad de hablar italiano para hacer la audición, así que, como ninguno de mis roomates hablaba español, yo les pedía que del italiano me tradujeran al inglés para poder entender lo que estaban diciendo, y con ese método aprendí.
¿Ingresaste?
Me escogieron pero no podía pagar la escuela, así que le dije a la directora: “Muchas gracias porque me has confirmado que sirvo para esto. Si me has elegido a mí que no hablo italiano, creo que estoy por el buen camino. Voy a seguir peleando”.
En ese momento, una chica se me acercó y me dijo que al día siguiente había un examen para postular a una beca, que podía ir porque era abierto para el público.
¿Lo volviste a intentar?
Fui a esa audición a mirar y, cuando terminó, esta chica se me acerca y me dice: “¿Por qué no te paras y preguntas si puedes dar el examen?” Y no sé qué me agarró en ese momento y lo hice. Les dije: “Disculpen, quería saber si existe la posibilidad de que pueda hacer esta prueba”… Y mientras lo decía se me bajaba la presión. Todos se miraban, se reían y hablaban entre ellos.
La audición para la beca era igual que la que hicimos nosotros pero, además, había que hacer un showcito musical. Y no era frente a un par de profesores sino frente a todo el staff, porque para elegir al beneficiario de la beca necesitaban el punto de vista de todos.
Ya no había nada que perder
No, así que hice todo de nuevo y, además, preparé un baile en minutos. Tenía en la cabeza una canción del musical Rent, que en la obra es interpretada por dos personajes que son lesbianas. Así que agarré a uno de mis amigos e hicimos la versión gay. Fue dificilísimo, pero cuando terminé, la clase empezó a aplaudir… Y me dijeron: “Gracias. En una semana les respondemos”.
¿Cómo te sentiste los días siguientes?
Pensaba en eso todos los días. Ya había pasado varios meses en Roma y estaba harto de todo, porque la estaba pasando pésimo. Trabajaba todo el día, me habían cerrado el caño, el idioma era una dificultad… era muy pesado. Encima era verano y por primera vez en mi vida sentía lo que es estar a 40 grados.
Después de 3 semanas de la audición, como no me habían llamado, di por perdida la beca y decidí ir a visitar a una amiga a Alemania. Llevé todas mis cosas con la idea de quedarme una semana a conocer y después ir a Londres, donde al menos ya no tendría que preocuparme por el idioma. Y, cuando estaba con la página de vuelos abierta para comprar mi pasaje para Londres, me llamaron para decirme que me habían elegido.
Te cambió la vida en un minuto
Cambié el pasaje para regresar a Roma y me emborraché ese día. Recuerdo que nevaba y yo estaba borracho tirado en la nieve. Una de las pocas palabras que sé en alemán es stipendium, que significa beca. Me iba por los bares y gritaba: “¡stipendium!, ¡stipendium!”.
¿Y tus papás no sabían en qué andabas?
Hablábamos por mail, pero yo estaba ofendidísimo ja ja. Pero, al mismo tiempo estaba construyendo mi mundo…
Ganar la beca fue tu gran confirmación de que la actuación es lo tuyo
Traté de irme, de escapar, pero me llevaron de regreso a patadas. Ya la vida te da las cosas porque te las tiene que dar. Ahí empecé a dejar de pensar por qué o cómo pasaban las cosas, simplemente las dejaba pasar.
Y ahora, además, hablas italiano perfectamente
Soy chancón en lo que me gusta. Mi primera aparición en la televisión italiana fue como Peter Pan. Entonces, el acento podía ser cualquier cosa porque hablaba el “nuncajamasino”. Y de ahí, fueron apareciendo en mi vida personas que han apostado por mí. Cuando hice el casting para una serie de Disney Channel mi pronunciación tenía que ser perfecta, porque era para niños, pero pesar de mi “itañol”, la jefa de casting le dijo al director: “No voy a buscar a otro chico, él es”. Y como ella es coach de dicción se ofreció a repasar conmigo línea por línea cada escena todos los días de grabación. Después, me metí a un curso de dicción y llegué a un punto en el que me pegué tanto con el italiano que ya no sentía que era de afuera. Hasta tuve que aprender italiano con acento francés para un personaje.
Fuiste abriéndote paso en la escena local… Y así llegó tu primera película
Hice mi primera película con actores italianos famosísimos. Yo estaba ahí, en el medio, y pensaba: “¿Qué hago acá?”.
O sea, te reconocían en la calle
Empapelaron la ciudad entera con el afiche de la película. Yo veía mi caraza ahí y no podía creerlo. Habré visto la película en el cine 200 veces por lo menos ja ja. Me sentaba, miraba la pantalla y pensaba: “No puedo creer que haya logrado esto. ¡Estoy en el cine!”.
Cuando estabas en tu clase de teatro de Chaclacayo jamás imaginaste que te iba a pasar eso… ¿pero sí lo deseabas secretamente?
Sí.
A veces, cuando uno no cree que algo sea posible tampoco cree que sea imposible, entonces no se pone a pensar en todas las razones por las que no podría suceder… y sucede…
No sabes cómo llegar a eso entonces solo lo dejas ahí como una posibilidad… Como yo ahorita puedo decir: “¡Qué lindo sería estar en una película de Hollywood!” No sé qué tan factible sea que el día de mañana me encuentre trabajando con Cameron Díaz en una película, pero ¿por qué no?
No sabes cómo llegar pero una cosa lleva a la otra
Me queda clarísimo.
Y en esa época en la que llegó la fama, trabajabas en un restaurante ¿no es cierto?
Sí. Tenía que mantenerme allá, que es una ciudad muy cara. Y el chico que fue protagonista de la película hacía lo mismo. Salíamos de grabar y nos íbamos al restaurante a trabajar.
Tenías vida de famous pero no de rich
Exacto. Y era locazo porque había gente que me reconocía en el restaurante. En Europa es bastante normal que encuentres trabajando en restaurantes a chicos que salen en la tele.
Es un poco cliché eso, ¿no?
Muy cliché pero todo cliché es verdad. Y sí, me pasaba que estaba en plena limpiada de cubiertos y me decían: “¿Me puedo tomar una foto contigo?” Yo lanzaba los cubiertos, me tomaba la foto y de ahí seguía lavando.
¿Cómo fue tu vida laboral en Italia?
Trabajé de recepcionista en un hotel, después en una cafetería y en el restaurante, donde empecé como asistente del barman. O sea, tenía que secar los vasos y tener el shaker listo para que él haga el show. Un día, se enfermó una mesera, y como estábamos en un restaurante de lujo frente al coliseo y era viernes por la noche, eso no podía pasar. Entonces la reemplacé, hice muy bien la chamba y me quedé. Fui el primer mesero hombre de ese lugar.
Eso también es bien cliché
Ja ja ja mi vida lo es. O sea, me falta el cuerpo de Jennifer López y estamos en una película de Hollywood: Maid in Manhattan.
Fuiste escalando en el restaurante
Me tenían de arriba abajo: bar-mesa-bar-mesa-bar y yo atendiendo y aprendiendo. Hasta que los dueños abrieron un bar de verano y me ofrecieron estar ahí. Aprendí muchísimo de coctelería y ahora lo puedo poner en práctica, pero no me quiero dedicar a eso porque de 3 tragos que hacía me tomaba uno ja ja.
Y para seguir con los clichés, ¿tenías clientes que iban siempre y te contaban sus secretos?
Era un restaurante con un bar chiquito y tenía muchos clientes fijos. Había un par que se sentaban todas las noches a tomar lo mismo y me contaban su vida. El vecino del frente, por ejemplo, iba cuando salía del trabajo y se leía un libro diario. Es un periodista italiano, de Mantua, el pueblo donde se escondió Romeo cuando lo expulsaron de Verona.
¿De Romeo no has hecho nunca?
¡Es mi sueño! Pero se me está pasando el tren porque Romeo tenía 14 años.
Mientras tanto, vas cumpliendo otros sueños y recibiendo reconocimientos, como cuando participaste en el Festival de Teatro San Miniato…
Ha sido un gran regalo para mí y uno de los reconocimientos más importantes que he recibido. Me llamaron para la inauguración del Festival de Teatro San Miniato, uno de los más antiguos de Italia. Por los 500 años de la muerte de Leonardo da Vinci presenté en Vinci un monólogo extraído de “Leonardo y la máquina de volar”, una obra que vi aquí. Fue de locos.
Tengo que preguntarte esto: si ya habías conseguido lo que querías en Italia, ¿por qué regresaste a Lima?
Me trajo la vida. En Italia estaba en un ambiente importante y tenía los mejores contactos, pero no había despegado y ya me estaba frustrando. O sea, Gucci me vistió para que vaya a la alfombra roja de El Festival de Venecia pero me faltaba poder vivir de la actuación. Trataba de mantenerme en movimiento, de aprender, pero se me estaba acabando la plata… Unas señales de la vida me llevaron a Nueva York, así que estuve un mes ahí, gasté todo mi dinero… y perdí el vuelo de regreso a Roma.
¿Cómo pudo pasar eso?
No tenía plata para el taxi así que decidí caminar desde la estación 1 hasta la 54 y me perdí el último tren para el aeropuerto, así que tuve que regresar caminando de nuevo y en medio del frío de Manhattan. Era una cosa que ya no podía más. Lloraba desesperado porque no sabía qué hacer.
En Nueva York aprendiste el valor de cada centavo
Fueron 2 semanas en las que comí 3 slices de pizza de un dólar al día, en el desayuno, el almuerzo y la comida. Y entraba a los restaurantes a servirme agua porque ahí el agua te la regalan.
Iba a decir que la has pasado mal pero en realidad no. Has vivido…
No la he pasado mal. Estaba en Nueva York dentro de todo.
O sea, pasaste de ser vestido por Gucci a pedir agua en un restaurante porque no tenías para pagar una botella… Tu propia vida ha tenido muchos personajes, ¡qué divertido!
Sí.
¿Qué pasó después?
Llamé a mi papá para contarle lo que me había pasado y él me dijo que si quería ir a Lima, podría darme 300 dólares. Le dije: «Papá ¿con eso que voy a encontrar? ¡Estoy en Nueva York! Eso es lo que me cuesta un pasaje a New Jersey y ahí puedo llegar a pie”.
Pero también, pensaba: Si no salgo de Nueva York, me muero. O trabajo de ilegal para ganar algo de plata para poder irme de acá o empiezo a caminar a México, cruzo la frontera y trabajo ahí ja ja. Entonces, pensé en buscar un pasaje a Lima, porque volver a Italia era carísimo. Bueno, encontré una oferta de 280 dólares.
Regresé a Lima en diciembre del 2015. Entré a microteatro y me llamaron de Al Fondo Hay Sitio, que me dio la estabilidad que nunca había podido tener como actor. Entonces, ya no tenía sentido volver a Italia. Solo lo hice para grabar una serie y, de paso, limpiar mi vida que había dejado en un almacén y despedirme de mis amigos.
¿Irías de nuevo? Aunque ahora ya es fácil ir y regresar…
La verdad es que ya no hago tantos planes, porque queda claro que la vida se va a encargar de llevarme por donde quiere.
Pero a pesar de que te han pasado un millón de cosas, parece que siempre te ha llevado a donde tú quieres…
La vida me ha puesto en situaciones muy raras. Y yo miro atrás y digo: “No es posible que me haya pasado esto a mí”. Entiendo que cada cosa me ha llevado a otra, pero siento que influye mi actitud frente a lo que se me presenta. Es que si estás enfocado en algo, tú mismo empiezas a ver cuál es la vía para llegar a eso. Se te pueden presentar muchas oportunidades pero creo que hay libre albedrío. Creo que no hay nada escrito.
Tuviste tu revancha… ¿Ahora tus papás están felices de que te dediques al arte?
Cuando mis papás empezaron a ver que salía en entrevistas dijeron: “¿Qué ha pasado?” Desde ahí, empezaron a entender que el único que podía saber lo que podía hacer con su vida, era yo. Pero bueno, era otra época. Yo les he cambiado el chip en muchas cosas…
¿Eres la oveja negra de la familia?
Soy lo que ellos no esperaban.
Y los dices con orgullo
Claro. Porque lo veo en ellos. Han cambiado su forma de ver las cosas. Mi mamá, ahora cuando ve películas o las obras de teatro entiende la chamba de todos. Se queda pegada en las actuaciones y valora muchísimo todo lo que hay detrás y lo disfruta.
Muchos pensábamos que para un chico caribonito y Dammert, dedicarse al arte aquí sería relativamente fácil. ¿Quién hubiera podido imaginar que has pasado por todo esto?
Todos tenemos nuestra historia. Y cuesta, pero hay que luchar por lo que queremos.
Fotos: Luis Muñoz
Ropa: H&M
Un agradecimiento especial a:
Cecilia Boza, Vanessa Silva de los Heros, Brenda Tello y Helado Amable
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