En el 2011, el francés Thomas Jacob vino a Lima a hacer una pasantía en el área de marketing de una empresa de ropa. Nunca imaginó que visitar la cárcel le daría el impulso que necesitaba para crear su propia marca y le cambiaría la vida a los reclusos.

Encajando las piezas
Un día, Thomas acompañó a una compatriota que daba clases de francés en las cárceles a ver la obra de teatro que presentaban sus alumnos. En el lugar encontró a muchas personas en busca de reivindicación y, también, máquinas de coser que nadie usaba.

A esa combinación le faltaba alguien como él, con experiencia en confección, moda y marketing y, especialmente, con entusiasmo y valentía para iniciar un proyecto que involucre a los internos del penal. Si a todo esto le sumamos el interés de este joven francés por el arte, y la atracción que siempre tuvo por el universo de la justicia y el lado oscuro del ser humano, entonces, todas las piezas encajaban.

Thomas, que alguna vez trabajó en el área de desarrollo de materiales de Chanel, supo que era tiempo de dejar su trabajo estable para armar su propia empresa. Le pareció más interesante estar al tanto de todo el proceso creativo de su marca, desde el nombre hasta cómo venderla o “cómo hacerla chévere”, como él cuenta en su español perfecto.

Entonces, y sin pensarlo demasiado, Thomas propuso a las autoridades penitenciarias montar un taller de confección en la cárcel, para darles a los internos la oportunidad de mejorar sus habilidades y tener experiencia laboral antes de salir en libertad. ¿Por qué ayudar a un grupo que suele ser marginado? Precisamente por eso, porque no reciben ayuda de nadie y en la cárcel tienen que vérselas solos.

“Las personas no son malas, pero sí se equivocan. Quienes están en la cárcel hicieron algo ilegal y por eso están presas. Obviamente en la cárcel también hay gente mala, pero también hay gente mala en libertad. Yo no hago diferencias”, dice.

Una marca con alma
Así nació Projet Pietà. El nombre viene de la famosa escultura de Miguel Ángel, que muestra una escena muy dura pero en la que el destino es aceptado con dignidad. Pero también, representa la última etapa antes de la resurrección. ¿El logo? Cuatro barras verticales atravesadas por una diagonal: símbolo que relacionamos con el conteo de días que realizan los presos en sus celdas.

Tal como lo deseó e imaginó, el fundador de Projet Pietà se involucra hasta en el último detalle de su marca. Aunque intercambia ideas con los internos, Thomas sabe que la línea debe ser coherente. Entonces, él se encarga del diseño de todas prendas y ellos de la confección.

Actualmente, Pietà le da trabajo a 40 reclusos de las cárceles de San Pedro, San Jorge y Santa Mónica. En cada penal hay un jefe de taller que se ocupa de que todo funcione a la perfección. Todos reciben un sueldo y se benefician de la reducción de la pena. Esto último depende de la condena. Por lo general, es un día menos de sentencia por 4 o 5 días de trabajo.

Pero, lo más importante, es que se sienten útiles, orgullosos y pueden seguir cumpliendo con sus responsabilidades de padres de familia y mantener la mente ocupada en algo productivo. Thomas asegura que esto no se trata de caridad. Los internos trabajan para reivindicarse con la sociedad, tener un mejor trabajo y ser mejores personas.

“Esto no es cómprame porque lo necesito, apóyame. No es eso. La gente compra un producto porque es chévere y le gusta. Es imposible desarrollarse comercialmente solo por caridad o por pena, ninguna empresa se desarrolla así”, cuenta.

Pietà ofrece ropa de estilo urbano fabricada completamente en la cárcel. Las prendas son hechas con materiales naturales, orgánicos y reciclados y son firmadas por los prisioneros/artesanos que las hicieron. Presenta 2 colecciones grandes por año y mini colecciones de polos cada mes. Por supuesto, quienes modelan la ropa también son internos. Es una marca redonda y honesta, que no vende nada que no es.

“No te vendemos la idea de que todo es bonito y feliz, como nos dice la publicidad y las redes sociales. La vida no es fácil”, asegura Thomas.

Project Pietà tiene cerca de 4 años y ha sido bien recibida por el público local y extranjero. En el 2013 entró a Nueva York y París y hoy se vende en todo el mundo vía online. En el Perú, sus tiendas están en el Jockey Plaza y Real Plaza Salaverry.

A pesar de haber conseguido lo que pocas marcas consiguen en tan poco tiempo, Thomas sabe que tiene un potencial tremendo y quiere hacer algo más grande. No ha sido nada fácil, pero para el creador de Pietà las cosas están claras: “a pesar de nuestras dificultades y de los prejuicios no bajamos la cara y seguimos adelante, con humildad y simplicidad, pero con mucha ambición”, finaliza.

Fotos:Luis Muñoz
Facebook: Project Pietà