A puro manotazo: Festival Internacional de cajón peruano
Desde hace diez años, en el mes de abril, se realiza el Festival internacional de cajón peruano, que a lo largo de varios días viene a reivindicar el origen de este instrumento a través de conciertos, conversatorios y clínicas a puro manotazo de cajón. Ahora, aprovechando el mes de la cultura afroperuana, nos sentamos un rato a conversar con Julie Guillerot, directora del festival desde hace tres años y quien continuara la importante labor de su fundador, el artista y musicólogo Rafael Santa Cruz, uno de los primeros intelectuales en resaltar la trascendencia de este instrumento a nivel internacional, así como su profunda raíz peruana.
¿Cómo nace el festival?
Bueno, el festival fue fundado por Rafael Santa Cruz, que, como sabes, era un músico cajonero e investigador del instrumento, autor del libro «El cajón afroperuano», que es la primera y casi única investigación exhaustiva sobre el instrumento. En él plantea que éste es, muy probablemente, peruano. Entonces, sobre ese trabajo, Rafael decidió crear un festival de percusión que girara en torno al cajón, o, en todo caso, que el cajón sea como el anfitrión de otros instrumentos de percusión.
El cajón es un instrumento que acá identificamos rápidamente, muy familiar. ¿Dónde queda lo internacional?
Porque a raíz de su introducción en el flamenco se ha ido insertando en muchísimos géneros, pero lamentablemente mucho de los músicos que hoy en día a nivel internacional tocan el cajón no conocen su historia. Lo que buscaba Rafael con el festival era reivindicar el origen del instrumento, sin desconocer que este haya trascendido las fronteras y los géneros.
Y, ¿en qué consiste el festival?
Son varios días de actividades, que van desde clases maestras dirigidas a aficionados y a profesionales, hasta conciertos y actividades en espacios públicos abiertos. Ha evolucionado bastante. De la placita del parque Washington frente al Centro cultural de España pasamos a la Plaza de armas para hacer esta gran cajoneada de la que seguro has escuchado, con la que hemos roto el récord Guinness y que desde hace dos años la estamos haciendo en el Rímac.
Por lo que sé, esta gran cajoneada se hacía en la Plaza de armas, ¿por qué decidieron moverla a otro lugar?
Porque Malambo, en el Rímac, es el primer espacio de asentamiento de los afroperuanos en Lima. Entonces, simbólicamente, era importante regresar, volver al barrio que dio origen al instrumento. Y aparte de estas clases maestras, conciertos y cajoneada, desde hace cinco años cerramos el festival con un concierto de gala en el Gran teatro nacional. Además, hemos ido agregando algunas actividades, como conversatorios y muestras relacionadas al instrumento o a la historia de los afrodescendientes.
¿Cómo organizas una cajoneada tan grande? ¿El récord estipula 1050 cajoneros a la vez?
(Risas) Primero está la convocatoria. La gente ya tiene expectativa de la cajoneada y meses antes van preguntando «¿cómo es?, ¿cuándo es?, ¿qué vamos a tocar?». Y hacemos unos tutoriales para que la gente vaya practicando, y organizamos unas clases para ir calentando motores. En redes funciona bastante bien.
Y, ¿a la hora de ejecutarla…?
Durante la cajoneada tenemos un grupo de profesores de cajón con quienes hemos diseñado una secuencia rítmica y van enseñando los toques al público. Entonces, vamos armando a secuencia completa por pedazos, y con la base del tutorial la gente aprende las cosas bastante rápido. Todos años tenemos un promedio de 1500-2000 personas.
¿Cuáles son las principales dificultades que encuentras para sacar el festival adelante?
Buscar auspicios. Salvo el concierto en el Gran teatro nacional, todo las demás actividades son de acceso gratuito. Y buscar los auspicios para mantener vivo el festival es una lucha permanente. Tanto con las instituciones públicas como privadas. Todos los años el festival está en riesgo, porque conseguir la plata para montar un algo de esta envergadura es sumamente complicado.
Pero complicado y todo, ya van camino a la décima primera edición. No todos los festivales han llegado a tantas ediciones, ¡y seguidas!
Ha ido creciendo poco a poco. Lograr que el cajón esté en el Gran teatro nacional es un acto de reivindicación fuerte. Porque, finalmente, el cajón está presente en la música criolla a través del vals, pero el cajonero siempre estaba atrás y los protagonistas seguían siendo el cantante y el guitarrista. Ahora se trata de ponerlo a él delante, y trabajar sobre la peruanidad, la afroperuanidad y versatilidad del instrumento.
Fotos del concierto de gala Repercusión. Sonidos de la diáspora: Juan Manuel Russo
Fotos de la cajoneada en el Paseo de Aguas del Rimac: Oscar Chambi.
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