MENU

    Suscribirse

    Deja tu dirección de correo y únete a Vian.

    Vida Vian

    «Ser vulnerables es de valientes»

    Micaela Llosa nos invita a reconocer y dar lugar a todas nuestras emociones, para que aprendamos a conocernos y cuidarnos.

    Desde que somos niños recibimos continuamente mensajes en los que se nos alienta a no tener miedo, a no sentir vergüenza, a pararnos cuando nos caemos sin mirar las heridas… Vamos aprendiendo a no dejarnos afectar por lo que sucede (o más bien, a guardarnos eso que sentimos y que no será bien recibido por los demás). A medida que crecemos también se nos va haciendo más difícil demostrar amor, ternura y compasión, por miedo a ser rechazados.

    Ya de adultos tenemos bien aprendido eso de luchar contra nuestra vulnerabilidad. El problema es que cuando pasa algo que nos saca de nuestra normalidad, no sabemos qué hacer con la carga emocional que eso trae. Nos sentimos incomprendidos y solos cuando probablemente más de una persona cercana a nosotros esté pasando por algo similar, solo que nadie habla de eso.

    ¿Qué pasa cuando sentimos tantas cosas que no queremos sentir? Una de nuestras mayores defensas es la desconexión emocional. Tratamos de poner barreras a nuestro dolor y a todas esas emociones que consideramos desagradables. Buscamos experiencias que compensen el malestar y eso podría llevarnos a abusar de las drogas, los juegos, el sexo y relaciones tóxicas, todo lo que permita tapar aquello que necesitamos atender. Y bueno, si no atendemos el dolor o la tristeza, además de volvernos autodestructivos podemos disfrazarlas de ira y descargar nuestra frustración con quienes tenemos alrededor. La desconexión emocional no nos traerá nada bueno y afectará nuestras relaciones.

    Micaela Llosa, comunicadora y buscadora de la libertad, la honestidad y la pertenencia, desde su canal de YouTube: La Búsqueda Perú nos invita a reconocer y dar lugar a todas nuestras emociones, para que aprendamos a conocernos y cuidarnos y mejoremos nuestros vínculos afectivos. Para ella, ser vulnerable es ser auténtico y ser libre. Le preguntamos entonces ¿por qué es tan difícil?

    Esta crisis mundial ha desencadenado una serie de emociones consideradas “negativas”. Sentimos miedo, incertidumbre, dolor, frustración… y todo a la vez. Muchos no sabemos qué hacer con ellas ¿cómo transitamos ese camino?
    Se dice que las emociones se tornan negativas y cada vez con más fuerza precisamente cuando no las expresamos. Creo que la manera de transitar las emociones negativas es primero reconociéndolas y luego expresándolas con personas con las que nos sintamos seguras. Nunca aislados en una cueva oscura en donde todo se vuelve más pesado, ¿no? En donde las sombras se convierten en oscuridad…

    Lo más importante es tener un espacio donde nos sintamos queridos, donde sintamos que no tenemos que encajar sino que pertenecemos por quienes realmente somos con todo lo que nos habita…  De esa manera todo se vuelve más llevadero y no pesa tanto. Lo negativo no es tan negativo sino que, simplemente, aunque puede ser incómodo termina pasando porque lo hemos compartido, lo hemos botado y nos hemos sentido sostenidos.

    Vivimos en una sociedad donde la vulnerabilidad no es reconocida positivamente. Por todos lados recibimos mensajes que nos alientan a “ser fuertes”. Incluso, en nuestro círculo cercano a veces solo queremos desahogarnos y recibimos respuestas como: “Hay personas que la están pasando peor”, “Deberías de sentirte agradecido”, “Cada crisis es una gran oportunidad”, etc. Esto puede hacer que nos sintamos avergonzados o poco seguros al expresarnos. ¿Qué tan peligroso es tapar las emociones? ¿Cómo dejamos de sentirnos culpables por sentirnos mal?
    Tapar las emociones es probablemente lo más peligroso que podamos hacerle a nuestro cuerpo, a nuestro espíritu y a nuestra mente, porque esas emociones tienen memoria y se quedan registradas en los tejidos y en los órganos, y si pasa mucho tiempo se encapsulan y se quedan ahí enquistadas y luego se manifiestan físicamente a través de enfermedades crónicas y dolores.

    La culpa enferma, asila, te estanca. Hay que entender qué hay detrás: ¿una sensación de inseguridad?, ¿una sensación de miedo? y trabajar en eso. Hay que tratar de liberarnos de la culpa siempre, porque al yo estar bien, haciéndome cargo de lo que sucede, aligerándome, entonces puedo estar mejor para ti. Hacerse cargo de uno mismo es el trabajo más valioso que uno puede hacer por uno y por los demás y verlo así creo que es una manera importante de eliminar la culpa. Cuando nos dejamos ver estamos dándole permiso al otro para que también se deje ver, entonces eso es importante.

    A veces tampoco nos animamos a compartir nuestras emociones “positivas”. Expresar nuestro amor hacia alguien, por ejemplo, nos cuesta mostrarlo por miedo a ser rechazados. ¿De dónde vienen estos miedos?
    Al exponernos por supuesto que hay nervios, porque a nadie le gusta no sentirse correspondido. Es natural, somos seres duales que necesitamos conectarnos con el otro, entonces creo que el miedo al rechazo tiene que ver con nuestra propia humanidad, con el sentido de pertenencia, de sentirnos queridos, vistos.

    Cuando hay un tema de rechazo muy arraigado o muy presente tiene que ver también con no habernos sentido mirados o queridos completamente por nuestros padres. Alguito de eso puede haber, por eso siempre hay que revisar nuestra historia familiar, porque nos da pistas importantísimas y fundamentales para entender cómo estamos amando en el presente.

    ¿Cómo podemos liberarnos de ese miedo?
    Más doloroso que el rechazo es no expresar lo que sentimos y guardárnoslo “por miedo a” ¿no? Por esta sensación de “¿Y si…?” Lo que se pierde cuando callamos es mucho más que lo que perdemos cuando lo decimos. Para mí no hay mejor regalo que sentirnos tranquilos y satisfechos por haber expresado nuestras emociones sin vergüenza y sin reparos, de una manera bonita y saludable cuando nos sintamos bien y tengamos las herramientas para hacerlo. De repente no somos correspondidos de la manera en la que quisiéramos, pero eso no significa que esa persona no nos quiere, simplemente no nos quiere como queremos que nos quiera y también eso hay que entenderlo, respetarlo y honrarlo.

    Por supuesto que es importantísimo sentirnos correspondidos y si es que no nos sentimos así pues entonces hay que revisar la relación, hay que entender qué puede estar pasando ahí, por qué enganchamos con alguien que nos rechaza, etc.

    ¿Podemos decir que ser vulnerable no es ser débil sino todo lo contrario?
    Ser vulnerables es de valientes. Requiere un tremendísimo coraje porque es el dejarse ver por quien uno realmente es. Cuando te dejas ver te das cuenta de que así como tú tenías tus miedos, gozos, satisfacciones, dolor, rabia, frustración y anhelos, los demás también tienen los suyos.

    Al dejarnos ver nos estamos iluminando y reflejando los unos a los otros y eso genera una sensación de pertenencia y de conexión maravillosa. Cuando esta sensación es compartida nada es tan grave y sueltas un poco el peso de tu mochila, pero eso requiere de mucho coraje porque vivimos en una sociedad que nos enseña lo contrario desde que nacemos. Hay que cumplir con ciertas expectativas, hay que ser de determinada manera para encajar, un término que a mí no gusta para nada porque para encajar hay que limarse, hay que romperse, hay que amoldarse y creo que hoy por hoy tenemos que aprender a querernos por quienes realmente somos y desde ahí emprender el cambio si es que uno lo quiere pero lo primero es aceptarse y dejarse ver.

    ¿Cuáles son los mecanismos de defensa que usamos para no ser vulnerables? ¿Puede ser que una persona no sea fría, insensible o poco empática sino que tenga miedo?
    Hay muchas excusas que nos ponemos o mecanismos de defensa que usamos para no ser vulnerables. Ojo que si recurrimos a ellos es porque el dolor es tan grande que simplemente no tenemos las herramientas o la fuerza suficiente para mirar hacia adentro. El alcohol por ejemplo, las relaciones adictivas en las que no somos felices, la comida y todo tipo de drogas nos tapan y nos protegen de alguna manera. Hacer esto es como meternos cabe porque tarde o temprano estalla aquello que está dentro que necesita ser mirado. Ahora, todo en la vida se puede reparar, absolutamente todo, pero hay que ir con cuidado, cariño y compasión, recogiendo los pedacitos rotos para ir uniéndolos nuevamente con hilos de oro.

    Abrirnos al otro, expresar cómo nos sentimos nos lleva a ser honestos, auténticos, libres y tener una mejor relación con nosotros mismos y con los demás. Suena lindo pero ¿por qué no lo hacemos?
    Llega un punto en tu vida en el que el fingir ser otra persona llega a agotarte. Uno llega a abrazar su vulnerabilidad por la necesidad de sentir que es dueño de su vida y libre con sus emociones. La comida, el alcohol o las relaciones adictivas ya no cumplen su función y te sientes muy miserable.

    Cada uno tiene un distinto tiempo para llegar a encontrarse consigo mismo. Depende mucho de cómo nos hemos criado en la infancia, de los patrones que hemos recibido… Muchos llegan a esa etapa ya en momentos de crisis muy agudas. Lo ideal es poder darse cuenta antes, pero como te digo, cada uno tiene su proceso y llega a reencontrarse consigo mismo cuando le toca y cuando está listo para emprender el camino a casa…

    ¿Por qué nos cuesta abrirnos?
    Al abrirse uno toma el control de su vida y muchas veces eso puede asustar, porque no sabemos qué hacer con esa libertad. Estamos más cómodos en la zona de confort en la que hacemos lo que nos dicen o lo que esperan de nosotros. Eso nos da una falsa seguridad pero al otro lado hay algo más honesto y verdadero.

    De lejos esa libertad puede dar miedo pero cuando te colocas ahí es realmente maravilloso y comienzas a disfrutar y saborear la vida y a entender que estás aquí para dar y recibir luz, para realmente pasarla bien y fluir. Saber estar de una manera cómoda en la libertad que implica el dejarse ver y estar conectado con nuestras emociones es un proceso que hay que hacerlo con mucho cuidado, compasión y paciencia.

    «Hoy agradezco la sensibilidad que tengo, que me permite ver a todas las personas que emprenden su propia búsqueda conmigo. Hoy agradezco entender que la niña que se sentía falladita era porque no reconocía el poder que tenía y tiene al ser maravillosamente sensible. Hoy agradezco tener el coraje de aceptarme como soy sabiendo que todo, absolutamente todo se puede reparar si empezamos a dejarnos ver, a expresar nuestra vulnerabilidad, a ser honestas con lo que nos habita y de esa forma emprender juntas el camino a casa».

    ¿Cómo fue tu caso? Cuentas que siempre fuiste muy sensible, que todo lo sientes de manera intensa.  ¿Cómo aprendiste a identificar, aceptar y manejar lo que sientes? ¿Cómo dejaste de pelearte contigo misma y te aceptaste?
    La verdad es que yo siempre he sido bien honesta conmigo. Siempre he sido una persona muy muy sensible y he tenido la inquietud de hacerme cargo de mis emociones. Creo que porque para mí eran tan fuertes y tan intensas que era importante siempre mirarme. He hecho terapia, yoga, hago meditación…

    Aprendí a aceptarme porque me di cuenta de que así la vida es más llevadera y divertida. Cuando aceptas lo que es sin rechazos, cómo te sientes, tu dolor y tu goce… Aceptas tus miedos, los abrazas y los tratas con compasión te das cuenta de que nada era tan pesado ni tan oscuro. Cuando lo aceptas todo te liberas y realmente disfrutas más de la vida porque dejan de armarse esos nudos tan duros que a veces nos cuesta desanudar y que nos generan estas sensaciones de atraco en la garganta.

    Cuéntanos sobre tu taller de vulnerabilidad. ¿Por qué debemos participar?
    En los talleres de vulnerabilidad que dicto se arman espacios muy contenedores donde las participantes se dejan ver, pueden liberarse y sentirse queridas, conectadas e iluminadas por quienes realmente son y no por lo que la gente espera que sean, sin tener que maquillar nada de lo que han sentido o sienten. Entonces también es validar tu historia de vida, ¿no? Hay una frase que yo siempre uso que es “mi historia importa porque yo importo”.

    Son unos talleres preciosísimos. Aprendo muchísimo de cada persona que los lleva. Por el momento son dirigidos a mujeres pero estoy pensando en crear unos para hombres. Hay que ir de a pocos y con mucha paciencia en el terreno de la vulnerabilidad. Los talleres de setiembre ya se llenaron pero atentos al Instagram @labusqueda.pe que ahí voy soltando las novedades.

    «No sé si soy yo o es que la tristeza se siente en el aire últimamente. El covid, los enfrentamientos, el miedo a la muerte y a lo incierto. Todo pesa y así como todo pesa, también pasa.

    Pero estamos ahora en el medio de la tormenta, en el ojo del huracán, en el epicentro del terremoto y cuesta y duele y asusta.

    Pero si estamos desde el corazón, sintiendo la pena, el dolor, la rabia y la frustración veremos también que todas las personas que están en el barco con nosotros están pasando por lo mismo y se verán reflejadas y ese reflejo brillará y esa luz se encenderá y nos iluminaremos los unos a los otros y así todo se hará menos oscuro y habrá un poco más de calma en medio del caos.
    Nos podremos ver y nos reconoceremos como viejos amigos después de una larga vida que se dan cuenta que se quieren igual a pesar del tiempo.


    A donde quiera que les lleve el día, con quien quiera que se crucen en el camino miren a esa persona a los ojos y díganle con la mirada: ¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón
    «.

    Por Sandra Roncagliolo

    viernes 10 de septiembre, 2021