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    Protagonista

    «Honramos a nuestros hijos trascendiendo el dolor»

    Esta es la historia de Úrsula Barboza, una gran mamá que ayuda a otros papás a afrontar la más terrible de las pérdidas

    Úrsula disfrutaba de una vida común y feliz. Un día, estaba en casa con sus tres hijos: Cristóbal, Gabriel y la pequeña Leia, de 26 días de nacida, cuando un accidente los cambió para siempre. Gabriel, que en ese momento tenía 4 años, falleció horas después, y Úrsula tuvo que enfrentarse a ese dolor para el que ningún padre está preparado. Con el dolor llegaron las preguntas y, tiempo después, fueron apareciendo algunas respuestas.

    La soledad y desamparo que sintió Úrsula con la partida de Gabriel la impulsó a crear Thaniyay (sanarse, en quechua), un espacio en el que acoge a los padres que han perdido hijos y los acompaña en el difícil camino del duelo. Además, está a punto de presentar su primer libro “Me gané el cielo”, en el que recopila los emotivos textos que compartió en su blog del mismo nombre.

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    ¿Cómo hace una mamá que ha perdido un hijo para no derrumbarse?
    Me deprimí y derrumbé muchas veces. Pero cuando Gabriel se fue, pensé: «Bueno, esto es una mierda. Me espera un camino dificilísimo, pero no me voy a quedar acá sintiendo lo que estoy sintiendo. Si así va a ser toda la vida, prefiero no vivir”. Ahí fue que me di cuenta que tenía que salir de eso. Me agarré de todos lados, de la lectura, de mi familia, de mis amigas y Thaniyay fue para mí la soga que me sacó de ese lugar.

    Tuviste que enfrentarte a emociones que no conocías. ¿Cómo hiciste para manejarlas?
    Cuando un hijo muere sientes odio, envidia, rabia y muchas emociones que nunca has sentido. Y, encima de todo eso que sientes, crees que eres una mala persona, porque piensas “¿Por qué ese niñito no se murió y el mío sí?”. A mí, lo que me ayudó mucho en ese momento fue hablar con personas que habían pasado por lo mismo. Me contacté con las mamás de Renacer, un grupo de ayuda mutua de padres que enfrentan la muerte de sus hijos, y aunque ellas estaban Argentina, me acompañaban. Me decían que sentían lo mismo, que no me estaba volviendo loca ni era una mala persona. Además, empecé a leer mucho sobre el duelo. Con el tiempo, pude entender, respetar y agradecer mis emociones.

    ¿Cuándo y cómo pudiste recuperar la serenidad después de algo así?
    Puede parecer loco que lo diga pero fue cuando murió Gabriel. O sea, desde el momento del accidente hasta que murió pasaron como 5 o 6 horas, las peores de mi vida. Ni los doctores ni las enfermeras me decían lo que pasaba, y yo estaba llena de incertidumbre. Con el único que hablé fue con el pediatra de mi hijo, que no trabajaba en esa clínica pero entraba a verlo y me informaba sobre su estado. Él en un momento me dijo: “Mira Úrsula, si Gabriel despierta no va a ser el mismo, porque el golpe que ha tenido ha sido muy fuerte”. Entonces, creo que ahora sí puedo decir que cuando Gabriel murió tuve cierta paz. Supe que a partir de ahí la que tendría que sufrir era yo. A mí me iba a doler, pero a él ya no. Yo creo que he podido soportar la muerte de mi hijo pero no hubiera podido soportar tenerlo postrado en una cama sin poder moverse.

    ¿Creías que Gabriel iba a estar mejor, que alguien lo iba a recibir?
    Soy creyente, pero mi relación con Dios no ha sido la misma desde que Gabriel murió. Cuando muere un hijo te cuestionas muchas cosas y una de las cosas que más te cuestionas es tu fe.

    ¿Te sientes traicionada por Dios?
    En ese momento sí. Me molesté muchísimo con él y deje de hablarle, de rezar… Siempre he creído que hay vida después de la muerte, ahora con mucha más convicción después de todo lo que he leído y de las señales lindas que he recibido de Gabriel, pero en ese momento, me dolía pensar que mi hijo, tan chiquito, podía estar solo, extrañándome o queriendo regresar.

    ¿Y qué hiciste?
    Me ayudó mucho un padre del colegio de mi hijo, que fue a conversar conmigo al día siguiente del accidente. Yo le dije que ya no creía en su Dios, que no podía creer en un Dios que le haga pasar por esto a una mamá. Y él me dijo: “OK si no crees en Dios, entonces ¿con quién está tu hijo? Y yo le respondí: «Con Dios». Ahí me di cuenta de que sí creo en él, pero estaba molesta.

    ¿Te reconciliaste con Él?
    Ahora mi relación con Él es mucho mejor. No creo en el Dios castigador sino en el que es puro amor, y creo que todos tenemos un poquito de Él dentro de nosotros. En realidad me reconcilié con mi fe, porque si no crees en algo el camino del duelo se te va a hacer mucho más difícil.

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    Dices que con la muerte de tu hijo encontraste el sentido a tu vida
    Sí. Recuerdo que la noche en que murió Gabriel, yo no podía creer que 5 horas atrás lo había estado abrazando y que ya no iba a poder hacerlo más. Me decía a mí misma: «Tiene que haber algo más grande detrás de todo esto. No puede ser que mi hijo simplemente desapareció y ya está. Yo le tengo que dar un sentido a su vida y a su muerte, tengo que encontrar el para qué a todo esto».

    No el «por qué» sino el «para qué». ¿Es porque el «por qué» te victimiza y el «para qué» te impulsa a buscar una solución? 
    Sí, uno tiene que agarrar las riendas de su vida y decir «Bueno, ¿ahora qué voy a hacer?». Ahora creo mucho más que las cosas pasan para algo, que uno está acá para aprender. Nada de lo que te pasa es malo, simplemente son oportunidades para que tú puedas crecer.

    Pero hay que tener una gran valentía para afrontar, aceptar y salir adelante después de la muerte de un hijo…
    A las semanas de la muerte de Gabriel yo decía: «Gabriel no va a regresar. Así llore semanas y me deprima, él no va a volver. Quiero seguir viviendo, quiero ser feliz. Tengo una hija que acaba de nacer, otro hijo, un esposo, familia… ¿qué hago?” Y esa es precisamente la filosofía de Thaniyay. Esto que ha pasado no lo puedes cambiar, pero ahora ¿qué vas a hacer?, ¿con qué actitud lo vas a enfrentar? Esa respuesta la responde cada papá, porque es algo muy personal e íntimo, pero sí los ayudamos a que sientan que pueden y tienen que seguir adelante.

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    ¿Cómo nació la idea de Thaniyay?
    En el 2011, fui a Buenos Aires a conocer la labor de Renacer. Fue alucinante el poder sanador de los abrazos que recibí de personas que no conocía, pero que habían pasado por lo mismo que yo. Cuando te pasa algo así crees que solo a ti te pasa, y sentir el apoyo de tanta gente es increíble. Ahí pensé: «Yo tengo que hacer esto en Perú».

    ¿Por qué tú, que en ese momento la estabas pasando tan mal, pensaste en hacer algo para ayudar a otras personas?
    Lo que pasa es que, en verdad, a mí no me dieron la mano. Cuando quise conversar con una persona que había perdido un hijo, ella no quiso hablar conmigo. Yo solo necesitaba que me dijera que sí iba a poder continuar con mi vida, que sí iba a poder ser feliz… Ahora la entiendo, ella no había procesado su duelo y hablar le iba a hacer revivir todos esos sentimientos, pero en ese momento me sentí tan mal que pensé que no podía permitir que nadie más se sintiera como yo. Y bueno, esto también nació porque yo necesitaba estar con otros papás. No iba a poder viajar a Buenos Aires a cada rato. Entonces, la idea era crear algo acá para poder compartir y acompañarnos.

    Entonces, regresaste y fundaste Thaninyay
    Al inicio mi idea fue traer Renacer, porque existe en muchos países de Latinoamérica, pero un día recibí un correo del fundador diciéndome que no podría hacerlo como asociación civil sin fines de lucro. Eso me trajo abajo porque tenía todas mis ilusiones puestas en ese proyecto. Pero esa respuesta la recibí el día del santo de Gabriel y en la noche soñé que él me decía “Mami, ese no es el camino. Tú tienes que hacer algo propio”.

    ¿Cómo es tu relación con Gabriel? ¿Cuando tienes algún problema le pides ayuda?
    Hablo con él todas las noches desde que se fue. Yo no siento que mi hijo sea un ángel, sigue siendo Gabriel pero en otro estado. Ahora que es un ser de luz sí puede ayudarme de alguna manera, así que le pido que me oriente para encontrar el mejor camino.

    ¿Y él te da señales?
    Recibo muchas señales de Gabriel. La primera vez que regresamos de La Cantuta, después de que él partió, yo tenía mucha pena, porque siempre íbamos con él a ese lugar. Estaba mirando por la ventana, empecé a llorar y entonces pasó un carro que tenía stickers pegados, uno decía «Gabriel» y otro, «Estoy contigo». Y así, tengo muchas historias más. Sé que Gabriel está aquí y nos acompaña.

    ¿Cómo es el trabajo en Thaniyay?
    La gente piensa que los papás que han perdido hijos se reúnen a llorar. Bueno sí, lloramos, pero también nos reímos a carcajadas. Filosofamos acerca de la vida, de la muerte, de las señales, del más allá…En Thainyay les damos a los papás las herramientas para que puedan seguir adelante. Les decimos «Sí, salir de esto es lo más difícil que vas a tener que hacer en tu vida, pero lo vas a lograr». Cada papá cuenta lo que lo ayuda y lo que no lo ayuda en su proceso de duelo. Pedimos que no se den consejos porque cada proceso es distinto, pero lo que le sirve a uno le puede servir de inspiración al otro.

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    Muchos papás han logrado canalizar su dolor haciendo algo por los demás
    Hay muchísimas historias lindas de papás que han hecho grandes obras en nombre de sus hijos. Está Carolina Gomez que fundó Catalina Art, una asociación sin fines de lucro para llevar arte a los niños con cáncer. Tenemos a Saúl Acevedo, que escribió un lindo libro: Diario para un ángel. En Trujillo, unos papás crearon una beca con el nombre de su hijo que era nadador y representaba al Perú. Gracias a ella, algunos jóvenes que tienen condiciones de ser nadadores pueden ir a Estados Unidos a entrenar. Son muchos los papás que crean fundaciones y ayudan a otros niños.

    Pero no se trata de hacer solo cosas grandes, todas las pequeñas acciones y obras las vamos haciendo en nombre de nuestros hijos. A mí, al principio, me ayudaba mucho decirle a Gabriel: «Voy a hacer esto por ti», «Me voy a levantar por ti». Para los que tenemos otros hijos ellos también son un motor enorme, pero el que se fue es único, igual a los que están acá, entonces nada ni nadie lo puede reemplazar.

    ¿Y qué pasa con los otros hijos?
    Los niños que crecen con la muerte son más fuertes y sensibles. Mi hijo mayor, Cristóbal es sensible ante el dolor ajeno, muy amoroso y siempre está dispuesto a ayudar. Leia, aunque tenía solo 26 días cuando Gabriel murió, tiene una conexión muy fuerte con él. En el tiempo que estuvieron juntos, Gabriel la besaba y adoraba. Ella sabe que tiene 2 hermanos, uno aquí y otro en el cielo.

    Uno se toma la vida diferente cuando sabe que el tiempo que tiene es limitado
    Ellos entienden la muerte como algo natural. Eso no quiere decir que cuando muera alguien que quieren mucho no van a sufrir ni llorar, por supuesto que sí, pero esto es 100% positivo para ellos porque la mayoría de nosotros hemos crecido teniéndole miedo a la muerte. De eso no se habla en las casas, todos pensamos que vamos a vivir hasta viejitos, y no es así. Cuando Leia me preguntó: “¿Mamá tú te vas a morir? yo le dije: “Sí, y tú también. ¿Cuándo? No lo sé, pero aprovechemos este momento que estamos juntas”.

    ¿Qué te ha enseñado la muerte sobre la vida? ¿Cómo has cambiado?
    Sigo renegando y gritando ja ja pero, definitivamente, veo la vida de otra forma. Muchas veces, vivimos en una burbuja y no nos damos cuenta de que podemos hacer cosas por los demás y conocer personas maravillosas en el lugar menos pensado. Esto me ha hecho valorar la vida y darme cuenta de lo que realmente importa. Ya no voy a donde no quiero ir y trato de relacionarme con personas auténticas, que no finjan ser lo que no son ni estén en una constante competencia. La vida no es color de rosa, todos tenemos problemas, pero hasta los más grandes se pueden solucionar. La vida es una gran maestra y siempre debemos sacar algo positivo de todo lo que nos pasa. Hay que vivirla y respirarla todos los días.

    ¿Y se puede volver a ser feliz?
    Muchos papás piensan que no van a poder volver a ser felices o que hacerlo sería una falta de respeto a su hijo, porque al principio, lo que te conecta con el hijo que se fue es el dolor. Entonces, tienen que vivir en el dolor para sentirlo. Es todo un proceso llegar a entender que lo que realmente te conecta con tu hijo es un gran amor, y que el hecho de que sigas viviendo no significa que te vas a olvidar de él.

    Creo que es todo lo contrario, honramos a nuestros hijos disfrutando nuevamente de la vida, encontrándole un sentido, trascendiendo el dolor. Es muy duro, tienes tus bajones y tus caídas, pero se puede. Thaniyay es algo maravilloso que Gabriel dejó, y nosotros celebramos a Gabriel habiendo vuelto a vivir con alegría.

    Tu blog “Me gané el cielo” también ha ayudado a muchos padres que han pasado por lo mismo que tú
    Escribir para mí se convirtió en un refugio y una terapia. Me ayudó a sacar lo que tenía adentro y, también, al hacerlo sentía que me conectaba un montón con mi hijo. Cuando pasé del papel al blog y mis relatos privados se convirtieron en públicos, muchos papás y mamás me escribieron para agradecerme por poner en palabras lo que ellos sentían, y eso me animaba a seguir escribiendo.

    Leerte los hacía sentirse acompañados, como lo que pasó contigo cuando visitaste Renacer
    Sí. Si bien es cierto que el duelo es un camino que se recorre en soledad, saber que no eres el único que ha pasado por eso hace que ese camino sea más llevadero. En algún momento crees que eso que sientes y piensas te puede llevar a la locura, pero el no sentirte solo te da una calma enorme.

    Y ahora estás a punto de presentar tu primer libro
    Este libro se viene escribiendo desde que murió mi hijo. Yo siempre tuve el sueño de tener un libro así que llegó el momento de revisar todo lo que he venido escribiendo desde hace 8 años. No pienso ganar dinero con él ni llamarme escritora porque estoy bastante lejos de eso, pero esta es una manera de mantener a mi hijo vivo.

    Imagino que el proceso no ha sido fácil
    Me gané el cielo es una selección de los posts que he compartido desde el 2011, pero con una introducción de mi mirada hoy. Hay posts que después de publicarlos nunca los había vuelto a leer hasta este momento… Hacerlo ha significado volver a vivir todo de nuevo. Hubo momentos en los que me preguntaba en qué me metí y quise renunciar… momentos muy tristes en los que lloré al recordar pero, también, creo que ha vuelto a ser sanador volver a conectarme con el dolor. Me he sorprendido de mí misma, de todo el camino que he recorrido. Dónde estoy y cómo estoy es gracias a lo vivido, definitivamente.

    ¿Qué es lo que esperas de Me gané el cielo?
    Este libro es un proyecto personal que ha nacido del corazón, de lo más profundo de mi alma. Va a llegar a las manos que tenga que llegar y va a ayudar a quien tenga que ayudar. Espero que las personas que lo lean conozcan un poco más a Gabriel y sepan que una tragedia puede traer cosas maravillosas.

     

    Fotos: Cecilia Boza
    Facebook: Thaniyay

    Por Sandra Roncagliolo

    lunes 15 de julio, 2019