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    Vida Vian

    El lado bueno del aislamiento social

    Esta pausa obligada nos está dando la oportunidad de conectar con nosotros mismos y descubrir nuestro propósito de vida. Alexandra Roulet, coach PNL y facilitadora de procesos, nos da las pautas para hacerlo.

    Habrá un antes y un después del COVID-19. Esta pandemia nos está trayendo importantes cambios sociales. Pero, a nivel individual, también está sucediendo algo trascendental. Nos está dando la oportunidad de conectar con nosotros mismos y, si nos animamos a ahondar un poco más, descubrir nuestro propósito de vida.

    “Este tipo de pausas obligatorias que nos da Dios, la vida, el universo, el destino o como quieran llamarlo, nos llevan a activar nuestro recurso de adaptabilidad para poder hacerle frente a la situación pero, además, nos ayudan a conectar con nosotros mismos”. Dice Alexandra Roulet, coach PNL y facilitadora de procesos.

    “Esto va a desencadenar una serie de cambios. Descubriremos nuevas rutinas y formas de actuar y, por supuesto, además de reorganizarnos, nos hará poner un alto para levantar ese piloto automático en el que hemos estado durante mucho tiempo”, continúa.

    La mayoría de seres humanos solemos conectar con nosotros mismos cuando se presenta alguna incoherencia en nuestras vidas. Esos acontecimientos que no buscamos y que nos llevan a tener que transformar, replantear o redirigir nuestro presente. Un divorcio, un despido laboral, la muerte de alguien muy querido… Y claro, una emergencia mundial encaja perfectamente dentro de esos golpes que rompen nuestra normalidad y nos llevan a buscar respuestas.

    ¿En realidad queremos volver a la realidad?
    Muchos de nosotros hemos pasado años evitando pensar en alguna situación que nos molesta, para no hacerle frente y no tener que hacer cambios en nuestra vida. A veces por miedo: al qué dirán, a que las cosas salgan mal, a que las cosas salgan bien (¿y después qué?), y un largo etcétera. Otras veces, por flojera. Flojera de volver a empezar: una carrera, una relación, una vida en otro lugar o lo que sea que hayamos estado postergando eternamente.

    Pero, ahora, estos días de cuarentena nos están abriendo los ojos. Algunos, después de haber conseguido el ansiado home office, se han dado cuenta de que no era el espacio, el jefe o los compañeros de trabajo. En realidad, lo que no les gusta es lo que están haciendo. Otros están “matando el tiempo” dedicándose a lo que tanto disfrutan hacer, pero esta vez sin sentirse culpables por ello. Han desempolvado instrumentos, herramientas y utensilios y han creado verdaderas obras de arte. Otros han descubierto nuevos talentos y aficiones (todos conocemos a alguien que en estos días se ha dado cuenta no solo de que no era negado para la cocina, sino que además, le fascina experimentar con nuevas recetas ¿o no?).

    Querámoslo o no, hemos tenido tiempo suficiente para preguntarnos (y respondernos) si estamos haciendo lo que nos gusta y si nos gusta estar con las personas que nos rodean. Si a eso le sumamos los sentimientos desoladores que afloran en medio de un escenario como este y nos recuerdan, día tras día, de lo frágil que es la vida, tenemos como resultado el impulso que necesitamos para realizar esos cambios que no dejan de ser dolorosos, pero son necesarios.

    Apaga el piloto automático
    “Cuando estamos en piloto automático, las preguntas que nos solemos hacer son: ¿A qué hora pongo el despertador?, ¿Cuántas reuniones tendré mañana?, ¿Qué necesito ver en la semana para organizarme? Todo está muy relacionado al “tengo que”, a cuáles son las acciones o tareas que tenemos que desarrollar dentro de nuestros diferentes roles”, dice Alexandra.

    “Pero la crisis nos hace prestar atención a lo que nos gusta y nos motiva y eso nos ayuda a entendernos mejor y a definir nuestras prioridades. Esto nos lleva a descubrir nuestra esencia y, con ello, mantener el equilibrio y desarrollarnos. Pero hay que conectarnos con nosotros mismos sin juicio». ¿Cómo lo logramos?

    Siendo honestos. Tenemos que bajar la guardia para enfrentarnos a nuestros miedos y todo lo que nos hace sentir vulnerables. Tener la valentía de decir: “OK hay cosas que no estoy entendiendo, hay cosas que no me están gustando, hay cosas que necesito trabajar en mí porque me están haciendo daño, me están haciendo infeliz”.

    Siendo coherentes. Debemos revisar nuestros paradigmas y creencias. Muchos son inconscientes y, aunque algunos son potenciadores y nos ayudan a salir adelante, muchos otros nos limitan. La única forma de saber si nos funcionan o no es cuestionarlos sin juicio, porque si les ponemos una etiqueta, automáticamente sesgamos nuestra respuesta.

    Por ejemplo, si creo que soy una persona muy ansiosa debo dejar de preguntarme si está bien sentirme como me siento y observar mi ansiedad, preguntarme para qué me sirve y en qué escenarios me suma y en qué escenarios me resta.

    4 mecanismos para conectar con nosotros mismos
    Maneras de reconectar con nosotros mismos existen muchísimas. Probablemente tantas como personas en el mundo. Alexandra asegura que no existe receta mágica, fórmula secreta única o bola de cristal que nos diga exactamente qué hacer, pero estas son algunas opciones que funcionan muy bien:

    1.Energizarse. En momentos de crisis, la falta de sueño o la mala alimentación hace que nos afecte más la situación. Es importante que escuchemos nuestro cuerpo, pues no todos necesitamos lo mismo. Tratemos de entender qué sensaciones nos producen los alimentos y en qué circunstancias, y ver si mantenemos un buen nivel de energía durante el día. Si a las 3 de la tarde ya estamos agotados, algo hay que cambiar.

    2.Agradecer. Muchas culturas y religiones coinciden en lo importante que es agradecer. Hablamos de agradecer lo simple. Cuando despertamos en la mañana darnos cuenta de lo maravilloso que es estar vivos y lúcidos, respirar, tener una familia, tener oportunidades… Estamos acostumbrados a agradecer por lo material, pero las cosas simples son las que nos ayudan a estar conectados y muy aterrizados.

    3.Callar. Es muy difícil conseguir el silencio, por los estímulos externos que tenemos todos los días. El sonido de la licuadora, de los autos, de los vecinos. Incluso si estamos en medio de la naturaleza, escucharemos el sonido del mar y el canto de los pajaritos. Entonces, de lo que se trata es de mantenernos callados. Dejar de hablar para “escuchar” los pensamientos que se van cruzando por nuestra mente. Luego, ir viendo cuáles nos suman y cuáles nos restan. Podemos escribirlos si es necesario.

    4. Cuestionarnos. Preguntarnos: ¿Cómo me estoy metiendo cabe? ¿Cuál es esa excusa con la que justifico eso que no me suma? Tenemos muchas creencias interiorizadas que nos tienen con ese piloto automático funcionando al 100%. Un ejemplo es cuando llenamos nuestra agenda y hacemos todo rápido para “ser productivos”. Pero, ¿qué hay detrás de eso? De repente lo que queremos en realidad es evitar tener esa pausa que nos llevará a reflexionar. Tenemos que tratar de entender cuál es nuestro mecanismo de defensa que nos impide enfrentar lo que no nos gusta o no está funcionando.

    Además, es muy importante que tengamos en cuenta el poder de las palabras. Por ejemplo, en momentos de distanciamiento social como estos, podemos decir: “Estoy harto de estar encerrado”. Entonces, tenemos que atrapar esa frase que nos está causando un sentimiento negativo y pensar: ¿Realmente estoy encerrado?, ¿Qué simboliza estar encerrado?, Si abro la puerta y me voy al comedor, ¿sigo estando encerrado? Comenzar a cuestionar la idea o imagen que nos está bloqueando y transformarla en algo diferente.

    Esto va de la mano con la técnica 3 y también de la 4, porque muchos pensamientos que tenemos están relacionados con nuestro piloto automático. Muchas personas suelen decir “no soy negativo, soy realista”, y dentro de esa autodefinición están todas las excusas que les impiden hacer lo que realmente quieren hacer.

    Conectar para descubrir nuestro propósito
    Conectar con uno mismo, lamentablemente, es algo que no enseñan ni en el colegio ni en la universidad, pero es igual de importante que nuestro desarrollo cognitivo. Nadie dice que sea fácil, pero es cuestión de práctica. Ya cuando lo hayamos logrado, y estemos listos para encontrar el sentido de nuestra vida, podemos echarle un vistazo al concepto japonés Ikigai.

    “No tiene traducción literal al castellano pero vendría a ser algo así como “tu razón de ser” y se refiere precisamente a ese propósito de vida que todos tenemos pero que muchas veces no vemos por estar concentrados trabajando para pagar las cuentas” dice Alexandra. Y explica:

    “Ikigai se basa en cuatro pilares que convergen. El primero tiene que ver con lo que amas hacer: ¿Qué harías gratis, sin medida y sin cuestionarte en absoluto? El segundo está relacionado con tus cualidades, habilidades y talentos: ¿En qué eres realmente bueno? El tercero tiene que ver con eso que te podrían pagar por hacer. Porque puedes ser bueno en muchas cosas pero no por eso recibirías un sueldo o un retorno económico y, el cuarto pilar, va un poquito más allá. Tiene que ver con lo trascendental, con tu aporte para el mundo. ¿Qué puedes hacer para mejorarlo?

    Cuando encuentras «eso» que entrelaza estos 4 pilares, es ahí donde construyes tu Ikigai. Muchas veces lo tenemos frente a nosotros pero no lo queremos ver y otras veces no tenemos la más mínima idea de lo que puede ser, pero con tiempo y paciencia podemos ir construyéndolo”.

    ¿Estamos satisfechos con lo que hemos elegido/creado? Si en estos días nos permitimos tomar consciencia, podremos ver un poquito más allá. Invirtamos en nuestro crecimiento personal ese tiempo que días atrás dedicábamos a socializar fuera de casa para escuchar a los demás. Nuestra vida «después del coronavirus» puede ser realmente maravillosa.

    Si están interesados en comunicarse con Alexandra Roulet,
    el teléfono de contacto es: 987-768805. El mail: alexandra.roulet.coach@gmail.com

    Por Sandra Roncagliolo

    sábado 4 de abril, 2020